JARDINES VERTICALES
El jardín vertical es la gran moda de hoy en día y es bueno que así sea. Todo lo que nos permita acercarnos a la naturaleza es bien venido. Por ahora es, básicamente, una solución estética aunque no debería despreciarse sus capacidades de aislamiento del edificio (en el caso de exteriores) e, incluso, su utilización como solución reparadora en el caso de paredes agrietadas o con acabado desconchado. Por el coste de la reparación, y posterior acabado (rebozado y pintura), es muy posible que tengamos una solución igual o más económica ante nosotros: el jardín vertical.
Como envolvente arquitectónica, el muro vegetal permite mantener calor en noches de invierno, sin coste energético alguno; por lo mismo, el fresco nocturno de la noche de verano se retiene más, y de forma más barata, durante el día.
La estructura básica de un jardín vertical es la de una fachada ventilada. La estructura que lo separa del edificio (entre 5 y 15 cm) ejerce de cámara de aire ventilada, produciendo los beneficios, antes mencionados, de ahorro energético. Así pues, podemos defender que el jardín vertical aporta sostenibilidad medioambiental más por lo que ahorra que por lo que genera. En su contra tendríamos el consumo hídrico (muy ajustado, cierto) y la necesidad de renovar planta (entre 2-4%, en situación normal) y, en su pro tendríamos el incremento de la humedad ambiental, con la consiguiente reducción de temperatura, y la mayor oxigenación del entorno y, por tanto, del bienestar humano.
Tipos habituales de jardines verticales:
1/ El más habitual, desde que lo patentara Patrick Blanc, es el de cultivo hidropónico, o sin sustrato mineral. Se utiliza un fieltro, en diferentes capas, que alojan la planta que ha sido desprovista del sustrato y sustituido por otro medio como, por ejemplo, el musgo sphagnum. Este medio es neutro en nutrientes y aporta gran oxigenación a la planta. Es el sistema de menor peso y más sencillo de instalar. Sin embargo, este sistema es bastante sensible a los fallos de riego ya que la capacidad de retención del poco medio de cultivo existente, no permite mantener la planta húmeda por mucho tiempo. Requiere de un mantenimiento, o un control, bastante continuado.
2/ Este problema del control del riego queda, en gran parte, resuelto mediante el sistema de gaviones rellenos de musgo sphagnum, en su totalidad. Este es un sistema compuesto por unas estructuras autoportantes, en varilla galvanizada, rellenas de musgo como medio hidropónico de cultivo. La mayor cantidad de musgo redunda en la mayor duración de humedad en el mismo en el caso de fallo del sistema de irrigación. En aquellos lugares donde la supervisión, o mantenimiento, va a ser difícil es aconsejable adoptar este sistema. Por lo demás, tanto el sistema de fieltro como el de gaviones necesitan de una estructura de rastreles, anclada a la pared del edificio, que, además de ejercer de la anteriormente mencionada cámara de aire, sostiene la estructura de cultivo del jardín.
3/ A partir de estos dos sistemas básicos, existen multitud de variaciones con una capacidad de eficiencia en el tiempo más que cuestionable. Desde módulos de inyección de plástico, a modo de tiestos, hasta elementos dónde colocar tiestos sin más. Es importante subrayar que el cultivo hidropónico es el más seguro, tanto por el control del crecimiento como por la reducción del peso que, en una obra civil, es un factor muy importante cara a riesgos y seguridad posterior.
Por lo general, un jardín vertical suele llevar entre 40-100 plantas/m2. La diferencia estriba en si el sistema de sustentación del medio de cultivo son bolsillos de fieltro (primer caso de los anteriores) o, por el contrario, son gaviones de sphagnum (segundo caso). Incluso algunos sistemas que utilizan gavión, forro de fieltro envolvente y sustrato, actúan como en el segundo caso ya que la única diferencia estaría en el uso de sustrato en lugar de musgo como medio de cultivo.
La instalación de un jardín en el interior (vivienda particular, restaurante, sede corporativa de empresa, etc.) acarrea una serie de dificultades distintas de aquel en el exterior. De entrada, la falta de iluminación es el gran problema a solucionar.
La planta necesita unos 1000-1200 lux durante 10-12 horas diarias, a una temperatura de color de 5000-6000 º kelvin, y repartidos por igual por toda la superficie. Esta necesidad convierten a este jardín en nada sostenible ya solo por el consumo eléctrico (excepto en el caso de lucernarios, claraboyas, ventanales, etc.).
A todo ello hay que añadir la necesidad de un punto de agua y de desagüe junto al jardín cosa que, en edificios ya construidos, obliga a una obra que encarece el proyecto. Aún y así, se instalan y se instalaran muchos pues la sensación de introducir el exterior (naturaleza) en el interior (edificio) es muy gratificante.
Existen otras opciones, más en la línea del interiorismo que de la jardinería, que nos permiten “la sensación” que pretendemos con el jardín natural: son la combinación de musgos y líquenes preservados que, partiendo de un elemento natural (originario de la zona ártica), nos ofrecen un elemento vivo y que ha sido, digamos, desecado. La textura es increíblemente natural y la gama de colores amplia. Si a ellos añadimos alguna naturaleza muerta (también originariamente viva) como un tronco de sabina, o de cualquier otra variedad, convenientemente tratado, tendremos una composición igualmente relajante y que, importante, no requiere casi mantenimiento (alguna limpieza y pulverización ocasional) ni obra de lampistería (toma de agua y desagüe) alguna. Ni, por descontado, consumo de agua.
En fin, que para gustos, colores. La oferta actual es amplia (no olvidemos también los socorridos pallets ahora convertidos en jardineras y jardines verticales…..) y variopinta; otra cosa es la supervivencia de la misma.